sábado, 28 diciembre, 2024
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El teatro es una máquina sagrada que sondea identidad

Es muy difícil encasillar a este artesano del arte dramático, ya que Pompeyo Audivert es actor, director, dramaturgo, adaptador y docente. Su larga lista de espectáculos incluye desde clásicos nacionales hasta internacionales. La pandemia como a todos lo frenó pero su parte creativa se activó y fue así que creó su unipersonal Habitación Macbeth (Versión para un actor), que desde el 2001 viene sumando espectadores y premios. En el próximo año en su quinta temporada hará funciones desde el 4 de enero en el Metropolitan de Buenos Aires, los sábados y domingos a las 20.30 mientras que estará los martes y miércoles desde el 7 de enero, en el teatro Tronador de Mar del Plata. Siempre con la música original y el acompañamiento en vivo de Claudio Peña. Recuerda: “Ya estuvimos en Mar del Plata haciendo temporada en el Auditorio y ese año me gané varios premios Estrella de Mar, como mejor obra, dirección y actuación”.

—Cuando estrenaste “Habitación Macbeth” en el 2021: ¿imaginaste esta cantidad de funciones y público (ciento treinta mil espectadores)?

—No. Estaba muy contento porque sentía que era algo muy novedoso para mí y que iba a resultar también muy novedosa, por la forma de producción de esta obra y la idea del cuerpo habitado. Pero no imaginé que iba a producirse semejante suceso de público y que iba a producir tal impacto en los espectadores. Hicimos muchas giras, incluso fuimos a Montevideo y hay perspectivas de llevarlo a España, para hacer temporada en Madrid y Barcelona. Fue una sorpresa enorme y muy gratificante para mí y empezó a suceder casi de inmediato que la estrenamos.

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—¿Por qué fue el cambio del Centro Cultural de la Cooperación al Metropolitan? 

—Ese cambio lo reflexioné mucho, porque la gente del Metropolitan ya me había hecho la invitación. Sentía que era peligroso para el espectáculo ese movimiento porque dejaba de pertenecer a ese nicho más del teatro independiente y pasaba como a otra escala. Pero la sala del CCC se llenaba con mucha anticipación con sus ciento ochenta localidades. Estaba en calle Corrientes estando en el CCC y el valor de la entrada que se cobraba en el CCC era prácticamente el mismo valor que el del Metropolitan. Cuando me di cuenta decidí cambiar con la idea de hacer una función menos por semana, ya que pasé de tres, que es muy agotador a dos, metiendo la misma cantidad de espectadores. La sala también es muy hermosa y ahí me se me fueron todos los pruritos. Estoy más descansado y también me permite hacer giras.

—Versionaste textos de Florencio Sánchez, Armando Discépolo y Roberto Arlt: ¿qué encontraste en ellos?

—Hasta que vino la pandemia venía trabajando con autores rioplatenses. Hice Trastorno, sobre El pasado de Florencio Sánchez, Muñeca de Discépolo y La farsa de los ausentes sobre El desierto entra en la ciudad de Roberto Arlt. Para mí el teatro rioplatense es una zona en la que me siento heredero de esos lenguajes teatrales argentinos, desde el circo criollo, pasando por el sainete y el grotesco. Pertenezco a esa corriente de lenguaje, que se ha ido transformando. Me influyen, están en mí como actor y director. Cada vez que los hago aparece una impronta, que son canales invisibles, creo que tienen una intensidad notable y una gran originalidad. Pertenecemos a ellos y me resultó medio raro trabajar con otros autores salvo los clásicos como Shakespeare o Beckett. Siempre los textos con personajes con nombres como Tony o Mary me producen mucha incomodidad.  Así como los japoneses tienen sus lenguajes, cada sociedad y cada cultura tienen los suyos. La nuestra que de algún modo comienza con el circo criollo, después deviene en el sainete y luego en el grotesco. Es una corriente de lenguaje muy vinculada a la forma y a los contenidos 

—Con tanta actuación: ¿abandonaste la docencia?

—No, sigo dando la misma cantidad de clases, aunque han aparecido nuevos docentes que me ayudan en el estudio. Para mí “El cuervo” es el laboratorio de mi lenguaje. Todo el tiempo estamos investigando a nivel de actuación y de dirección de montaje con los alumnos. De allí va saliendo y constituyendo la técnica que trabajo a la que le he puesto de nombre “el piedrazo en el espejo teatro de la fuerza ausente”. Es una síntesis de esos lenguajes históricos de los que soy heredero. El estudio es como un vector de lenguaje en el que estoy constantemente investigando y refundando. Creo que el teatro más allá de las obras es una máquina sagrada que sondea identidad y pertenencia a una escala extra cotidiana.

—¿Qué pasa con el mundo audiovisual?

—No me interesa y no me llama la atención en absoluto. Siento que mi trabajo se debe a otros cauces y a otros cursos. En lo audiovisual puedo participar como invitado, pero no me desvela. No me llaman porque saben que no tengo interés. No pertenezco a la industria audiovisual, pertenezco a un sistema artesanal. 

—¿Cómo vivís esta realidad argentina?

—Siento que es una realidad degradada, penosa y distópica que se ha ido al compás de una operación mediática, de un diseño de desvirtuación de la naturaleza humana que se está produciendo en los grandes centros de poder. Se transmite a través de las redes, de los medios masivos de comunicación que van doblegando nuestra subjetividad a los fines perversos, epilépticos y compulsivos de esa maquinaria capitalista en la que estamos envueltos. Me parece que este tipo de degradación y de caída pertenece a un ciclo que en algún momento se va a cerrar y va a dar paso a una reconfiguración de las fuerzas humanas, que ahora pasan a estar en un estado larvario o latente o acechante. Estamos ahora como lo estuvimos en la Dictadura o en la época de Macri: en una zona de resistencia de autogestión, que nos permite reconfigurar y también tomar nota de aquellas desviaciones en la que habíamos caído, de los personalismos.  

—¿Por qué sentís que a pesar de la crisis económica se va al teatro?

—Justamente porque el teatro es el lugar donde podemos reconstituir nuestra identidad. El arte en general es el sitio ideal para ese restablecimiento. Todas las actividades artísticas y el teatro sobre todo establecen el cuerpo como sujeto de su propósito, como una zona profundamente identitaria. Por eso hay una gran tendencia a lo teatral en estas épocas de crisis.

—Muchos actores extranjeros hablan de nuestro público…

—Tiene que ver con nuestra historia nacional con las viejas militancias, las históricas. Tuvimos grandes compañías, actores que han generado todo un acervo cultural maravilloso y es lo que ha producido también un público. Son espectadores muy exigentes.

—En estos años, ¿no extrañaste a otro actor compartiendo escenario con vos?

—Sí, a Alejandro Urdapilleta, a Alfredo Alcón, a Lorenzo Quinteros y a Eduardo Pavlovsky y a partir de este año a Daniel Fanego.  Hoy como hago siete personajes de algún modo estoy acompañado por ellos. Siento que me desdoblo y son tan potentes cada uno que pareciera que fueran otros.

—¿Ya pensaste qué harás después de “Habitación Macbeth”?

—Estoy haciendo una versión de Hamlet que se va a llamar Hamlet y el piedrazo en el Espejo, es para quince actores en donde pienso dirigir. Siento que hoy Hamlet tiene una gran actualización para este momento, porque de algún modo expresa distancia, paralizados en el estupor de una lucidez atónica y cobarde. La captación que estamos haciendo de lo real no nos impele a la acción, sino a la parálisis, no se puede entrar en acción y a la vez eso es muy angustiante.

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