Por Silvia Barei
(Escritora y periodista)
En septiembre de 2024, Silvia Coggiola tomó la fotografía de un árbol que está en Cerro Azul junto al Bosque de la poesía. Tengo como regalo de Silvia esa fotografía, en la luminosa galería de mi casa. Entre las ramas del árbol , apenas brotado y salido del invierno reciente, se destaca un nido. ¿Que es un nido? “Es el corazón visible de un árbol”, me responde Aldo Parfeniuk
Esta fotografía forma parte de una colección imaginada por Silvia e integrada por árboles, ramas, nidos, cielos, nubes, arroyos, gotas de lluvia. Colección bellísima -trabajada con distintas intervenciones pictográficas- y exhibida en Carlos Paz en el mes de octubre cuando la presentación del libro de Aldo Parfeniuk, El corazón en algún nido ( Ed. Babel, Córdoba)
Algunas de estas fotografías acompañan los poemas. O a la inversa, algunos poemas acompañan a estas fotografías. O, en realidad, ambos se acompañan. Son el resultado de una creación amorosa y conjunta que comparte un “corazón de canto y nido”.
Hace un año, Aldo me había regalado una antología de sus poemas titulada Un hombre canta, un conjunto de textos que simplemente da cuenta del hacer de un poeta atravesado por el tiempo, por los caminos, por las dichas y desdichas del vivir. Pero allí ya el poeta nos dice que un poema no debe hablar solamente. Al cantar (ya se sabe, la poesía es música) debe mirar y admirar el mundo. Las fotografías hacen patente acá, en El corazón en algún nido, este deseo y exhiben la conjunción entre dos estéticas que producen y se completan en el trabajo de creación.
En esta perspectiva, la armonización de palabra e imagen se lee como una apelación a los sentimientos y a la reflexión, a la consideración de los efectos sorpresivos, enigmáticos, maravillosos y dolorosos al mismo tiempo, de las formas diferentes de habitar el mundo.
En una época en que la selfie parece ser lo más adecuado para sostener una relación sólo con uno mismo, producir una imagen fuera de sí abona la posibilidad de una reflexión sensible como responsabilidad por los otros seres humanos y por el entorno que nos rodea. Como un movimiento de expansión del arte a la experiencia, en este libro, poesía y fotografía abren espacios estéticos a la vez que cuestionan, plantean preguntas a la
sociedad, denuncian “a los saqueadores y a los incendiarios…/al ejército de alambradores/ sus guardaespaldas, sus tanques de glifosato/ y sus ambiciones de un verde mar de soja/ para saciar la sed de sus bolsillos”.
Sabemos que el sistema mundial capitalista amenaza a todas las especies vivas del planeta, llevando a cabo intervenciones de “desarrollo”, “modernización”, “ progreso” o como se llamen las variadas formas de dominación que han resultado en guerras, contaminación del agua y del aire, desarraigo de pueblos y culturas, ecocidios y genocidios, la tecnología puesta al servicio de la destrucción.
Ideológicamente en las antípodas, la misteriosa cualidad del lenguaje del arte pone en escena un pájaro, un árbol, un río, todas las criaturas visibles e invisibles que suscitan la imaginación y la emoción que transmiten las imágenes y los poemas de este libro.
“Y como una flor -como cualquier flor-/ el poema no se mueve, no se moverá/ de su lugar en la fronda/ de su sitio en el bosque// desde ahí/ y hasta el más allá/ él hará que llegue el agua la luz/ el aliento mismo de la vida…”(“Como una flor”)
La tierra es el gran entramado que sostiene nuestras vidas, el nexo tanto ecológico como cultural y espiritual, íntimamente relacionados; es el nido que nos cobija, condición indispensable para preservarnos – especialmente en estos tiempos y este país- de lo que Peter Berger ha llamado “nuestro Estado creciente de desamparo”.
El poemario canta al ritmo y las pausas del universo, de los espacios que nos modelan, de nuestras raíces que definen desde el pasado nuestra historia ( personal y social) y a la vez, hunden sus palabras en la tierra: “volveremos, porfiado verde/ a reinventar la vida// hermanando árboles/ que en vez de leña para el fuego/ sean sombra espesa y generosa/ bajo la cual encuentre finalmente/ techo y comida el futuro// aunque sea ya/ en otra galaxia” ( “Después de todo”)
Como el tejido de ramitas de un nido, poesía y fotografía construyen un entramado que no parece agotarse y se recrea continuamente solidario y entrañable. Tal vez insuficiente pero necesario, el lenguaje del arte pone a nuestro alcance un conocimiento profundo del mundo, una presencia inalienable, una esperanza.