El presidente Javier Milei vuelve a insistir con su proyecto de eliminar las Primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (Paso), un instrumento electoral creado por Néstor Kirchner, que sirvió para que los partidos políticos conservaran cierto grado de legitimidad, mediante el recurso de cederles a todos los votantes argentinos lo que antes se dirimía en una interna: la responsabilidad de definir a sus candidatos.
La urgencia del Gobierno nacional para erradicar las Paso es evidente. El viernes pasado, a última hora de la tarde, Milei firmó la convocatoria para sesiones extraordinarias en el Congreso nacional. Una convocatoria sorpresiva, si se tiene en cuenta que en diciembre se había descartado convocarlas debido a la imposibilidad de llegar a un acuerdo con la oposición para aprobar el Presupuesto nacional.
Ahora el oficialismo parece haber tomado conciencia de que es la gran oportunidad para lograr ese objetivo, y sus autoridades están apuradas. El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, afirmó en una entrevista radial: “La eliminación de las Paso no se puede demorar mucho porque hay un cronograma de licitaciones y compra de boletas”. Además, la eliminación de las primarias está contenida en un proyecto más amplio que también elimina los aportes públicos de campaña y los espacios gratuitos de publicidad electoral en los medios.
Los argumentos de matiz económico expresan una parte de la verdad. La otra parte es que el partido oficialista, La Libertad Avanza, está lejos de ser una organización consolidada a nivel nacional, y nadie puede garantizar no sólo los resultados en una competencia tan imprevisible como las Paso sino tampoco qué precandidatos serán los consagrados. Demasiada incertidumbre para un Presidente que cuenta con la adhesión popular pero con poca representación en el Congreso.
Sería ingenuo separar un proyecto de gobierno de un proyecto de poder; ambos se necesitan mutuamente, y hay demasiados ejemplos en la historia reciente que lo demuestran. De modo que es comprensible que Milei trate de modificar el tablero del ajedrez electoral en medio del juego y en beneficio propio.
Sin embargo, lo que eventualmente le puede hacer bien a su proyecto de poder provoca un daño en las instituciones. Estas son estructuras diseñadas para el desarrollo de la vida democrática y republicana de largo plazo en un país, tendientes a favorecer a todos los ciudadanos y no a un grupo en particular, menos en una situación donde el oportunismo salta a la vista.
Es innegable que las Paso han resultado más negativas que positivas en el curso de los años desde que se instituyeron. Se volvieron un arma de doble filo, con una alta capacidad de dañar una administración mucho antes de que se cumpla su mandato, como sucedió con los gobiernos de Mauricio Macri y de Alberto Fernández. Pero si se decide eliminarlas, no debiera ser ahora, antes de las legislativas de 2025, sino para las elecciones de 2027. Una concesión a los buenos modales republicanos y a las reglas del juego limpio.