El cubano-americano Marco Rubio inicia este sábado por la noche en Panamá su primer viaje oficial como secretario de Estado norteamericano. Universidades y sindicatos rechazaron su visita, marcada por una diferencia insalvable: Donald Trump ha expresado su deseo de apoderarse del canal y el presidente panameño, José Raúl Mulino, con quien se encontrará el domingo por la mañana, reiteró que el asunto es innegociable.
Rubio ha incluido a El Salvador, Guatemala, Costa Rica y República Dominicana entre los países de su periplo. El primero es gobernado con puño de hierro por Nayib Bukele, un aliado primordial de Trump en Centroamérica que se apresta a cumplir además un papel relevante como receptor de miles de deportados procedentes de Estados Unidos. En ese sentido, Panamá no solo es un tema para Washington en lo que respecta a la vía interoceánica que, sostiene Washington, sin pruebas, ha caído en manos de China. La selva del Darién es uno de los principales pasos hacia México y luego Estados Unidos del flujo de migrantes sin papeles, buena parte de ellos venezolanos.
Antes del aterrizaje de Rubio, el presidente de Panamá expresó su disposición a conversar sobre ese asunto y otros que hacen al vínculo bilateral. En lo que respecta al Canal, dijo que «no hay fundamento para una confrontación» porque el istmo no aceptará bajo ninguna circunstancia las aspiraciones de la Casa Blanca. «Creo que Marco Rubio viene precisamente para bajar la tensión», sostuvo el analista político Rodrigo Noriega, y añadió: «el Estado panameño va a tener la oportunidad de decirle oficialmente que el canal no es negociable», como ha repetido en varias ocasiones Mulino, con su eslogan
Más allá de las palabras están los símbolos. La capital panameña se ha poblado de banderas nacionales. Mulino ha recordado que «el canal es neutral por disposición de un tratado» que se ha cumplido a rajatabla desde que fue firmado en 1977 por los presidentes James Carter y Omar Torrijos, y que entró en completa vigencia a fines de 1999 cuando Estados Unidos arrió su bandera del canal y pasó a ser administrado en su totalidad por el país centroamericano.
«Esperamos que con la visita de Marco Rubio sepamos realmente qué es lo que está detrás de estas falacias que el presidente Trump ha utilizado para justificar una intención que no va a ser posible», dijo a la agencia EFE el expresidente Martín Torrijos (2004-2009), hijo del general que suscribió los acuerdos con Carter.
El alcance de las amenazas
Trump se ha negado a descartar de plano el uso de la fuerza militar para apoderarse del canal. En 1989, una década antes de cederlo a sus autoridades naturales, el Ejército norteamericano realizó una incursión armada para capturar al general Manuel Noriega que provocó al menos 510 muertos. Rubio no se propone desmentir en público al multimillonario republicano ni interpretar sus intenciones. «Creo que el presidente ha sido bastante claro en cuanto a que quiere volver a administrar el canal. Obviamente, los panameños no son grandes fans de esa idea», dijo a la radio SiriusXM en una entrevista antes de subirse al avión. Reiteró que la vía interoceánica por donde pasan el 40% del tráfico de contenedores de Estados Unidos es de un «interés nacional fundamental» para la Casa Blanca. «No podemos permitir que ninguna potencia extranjera, en particular China, tenga ese tipo de control potencial sobre el canal que tienen. Eso simplemente no puede seguir así».
El enviado especial de Estados Unidos para América Latina, el también cubano-americano Mauricio Claver-Carone, sostuvo al respecto que la semilla de la discordia la sembró el antecesor de Mulino, Juan Carlos Varela, al romper las relaciones con Taiwán en 2017 a favor de Pekín. «Literalmente abrió las compuertas y le dio activos estratégicos en toda la zona del canal a China».
El secretario de Estado decidió aterrizar por la noche para no cruzarse con posibles incidentes. La dirigente sindical Melva Reyes aseguró que saldrán a la calle el domingo si es necesario. «El Canal es de Panamá, fruto de una lucha generacional y de la firma de un tratado que devolvió el control y funcionamiento de la vía interoceánica a manos panameñas».