jueves, 6 marzo, 2025
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Estas monjas abogaron por los inmigrantes durante 40 años. Con 90 y 95 años ahora, no bajan el ritmo

CHICAGO (AP) — A los 90 y 95 años, este dúo dinámico de monjas católicas ha luchado “pacífica y respetuosamente” por los derechos de los inmigrantes durante más de 40 años. Y nunca aceptan un “no” por respuesta.

Frente a las últimas medidas del gobierno de Trump, que ha desafiado el estado de santuario de las iglesias, ha comenzado a despojar a algunos inmigrantes de su estatus de protección temporal y ha detenido la financiación de los programas de reasentamiento de refugiados, planean continuar con sus protestas mientras Dios les dé fuerza.

“Creemos que todos merecen ser tratados con dignidad y respeto”, declaró la hermana JoAnn Persch, de 90 años.

Sentada junto a la hermana Pat Murphy, de 95 años, en su apartamento de dos habitaciones en Alsip, un suburbio al sur de Chicago, se le quebró la voz. “Escuchar la terminología, cómo llaman a los inmigrantes, es simplemente muy duro”, agregó. “Estamos preocupadas y nuestras familias están muy preocupadas”.

Después de que la pandemia de COVID-19 se redujo, las hermanas estaban a punto de jubilarse. Eso cambió en 2022, cuando miles de inmigrantes fueron transportados en autobús desde la frontera entre Estados Unidos y México hasta Chicago. Las monjas sintieron una llamada para volver a la acción.

Al principio, las hermanas acogieron a una familia: una madre soltera de Sierra Leona con cinco hijos. Pero la necesidad era grande. Poco después, las hermanas tenían 17 apartamentos llenos con 17 familias solicitantes de asilo y una nueva organización sin fines de lucro para financiar la operación en curso, conocida como Catherine’s Caring Cause (La Causa Compasiva de Catalina).

Han alojado a 25 familias en los últimos tres años: pagan el alquiler y los servicios públicos durante un año, ofrecen asistencia alimentaria y proporcionan conexiones para recibir ayuda legal.

Zuleika, quien llegó con Oscar, su esposo, y su hijo Josafat, de 14 años, hace poco más de un año, estrechó a Murphy con un suave y prolongado abrazo durante una visita reciente al apartamento de las hermanas.

Zuleika y Oscar recordaron las amenazas que su familia recibió y su difícil decisión de huir de Centroamérica hacia Estados Unidos. Por temor a su seguridad personal, hablaron con la condición de que The Associated Press sólo utilizara sus nombres de pila.

Una vez en Chicago, se quedaron en un refugio para migrantes durante unos seis meses antes de encontrar la organización Catherine’s Caring Cause (CCC).

“Su impacto en nuestras vidas ha sido realmente grande, enorme”, relató Oscar sobre las hermanas.

“Nos recogieron con todas nuestras pertenencias. Nos llevaron al apartamento. Lo amueblaron, nos dieron comida”.

Las hermanas incluso las han acompañado a la corte, informó Oscar.

Y se han vuelto cercanos, unidos por su fe cristiana compartida.

“Esta no fue una coincidencia. Fue Dios quien permitió ese encuentro y que ellas nos ayudaran con todo por lo que hemos pasado”, añadió Oscar.

Cada familia que recibió ayuda de la CCC ha solicitado asilo, el cual debe presentarse antes del primer aniversario de su cruce de la frontera. La mayoría, como Zuleika y Oscar, tienen ya permisos de trabajo, para los que se puede aplicar solo cinco meses después de solicitar asilo.

Y aunque estas familias han tomado las medidas necesarias para estar en el país legalmente, aún hay temor.

“Con todo lo que estamos viendo … incluso alguien con asilo tiene un poco de miedo en la calle”, afirmó Oscar.

Antes de la toma de posesión de Trump, se anunció que Chicago sería la “zona cero” de las redadas y la deportación. Las hermanas y otras organizaciones religiosas locales distribuyeron paquetes y tarjetas de “Conozca sus derechos” tanto en inglés como en español. Se realizaron capacitaciones en iglesias locales y por Zoom.

En las primeras semanas del nuevo gobierno, las hermanas reportaron que muchas de sus familias mantuvieron a los niños en casa y evitaron ir a trabajar. Las hermanas les dijeron a muchos de ellos que no asistieran a la iglesia.

“Les dijimos a nuestras familias que los estamos preparando para lo peor. Pero esperamos y rezamos por lo mejor”, indicó Persch.

En una gélida mañana de viernes, la hermana JoAnn estaba sentada en la entrada del centro de preparación y procesamiento del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), en Broadview, Illinois. Cubierta con una manta delgada, se aferraba a las cuentas rojas de su rosario con las manos enguantadas y una sonrisa amplia.

Ella y alrededor de otras 20 personas —incluidos activistas sindicales, abogados y miembros de la Arquidiócesis de Chicago—, se reunieron en las instalaciones para un “día de oración”, un acto de desafío y defensa que ella y Murphy han realizado durante más de dos décadas.

“El viernes es el día de deportación para muchos”, explicó el abogado de inmigración Royal Berg, quien inició la reunión de oración a principios de la década de 2000.

Una foto grande de Nuestra Señora de Guadalupe colgaba de la barandilla de metal de una rampa para sillas de ruedas detrás del grupo. Su aliento combinado brillaba a la luz de la mañana al formar un óvalo ceñido alrededor de la hermana JoAnn, quien habló brevemente antes de la oración.

“Tenemos que continuar en la lucha. Este es un momento único y todos somos necesarios”, señaló, con la mano derecha cerrada en un puño.

Empezaron en punto de las 7:15 a.m., y durante los siguientes 20 minutos rezaron el rosario en inglés y en español, corearon: “¡Sí se puede!” al unísono y cantaron “We Shall Overcome” (“Venceremos”).

Persch y Murphy se conocieron en la década de 1960 al abrir una escuela católica en Wisconsin cuando eran monjas jóvenes con las Hermanas de la Misericordia. En sus primeros días, se unieron por el trabajo pesado que se les asignó, su deseo de ayudar a las personas necesitadas y una canción familiar que aprendieron en la escuela secundaria, “For Christ the King” (“Por Cristo Rey”).

Solo un año después se separaron: Murphy se mudó a Perú y Persch a Chicago. Años después, ambas se habían deshecho de sus hábitos incómodos, pero no del hábito de ayudar a aquellos menos afortunados. Ese fue el comienzo de su asociación duradera.

“Tener un equipo que tenía los mismos valores, el mismo impulso y con el que puedes intercambiar ideas. … Eso ha sido extremadamente útil”, destacó Persch, quien atribuyó gran parte de su éxito al trabajo en equipo.

A lo largo de las décadas, han sido arrestadas por protestar pacíficamente en Washington con el movimiento “Catholics for Dreamers” (“Católicos por los ‘dreamers’”, aquellos que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños), por los menores migrantes que mueren en campos de detención y frente a un sitio de pruebas nucleares en Nevada.

Incluso han ayudado a cambiar la ley estatal cuando se asociaron con la Illinois Coalition for Immigrant and Refugee Rights (Coalición de Illinois por los Derechos de los Inmigrantes y Refugiados) en un proyecto de ley que permitiría a los trabajadores religiosos ingresar a los centros de detención y las cárceles. Esto llevó al estado a impedir finalmente que las cárceles colaboraran con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas.

En febrero, el gobierno de Trump demandó a la ciudad de Chicago como parte de su reciente ofensiva contra las llamadas ciudades santuario. Chicago tiene algunas de las leyes más estrictas del país que limitan la cooperación entre la policía local y los agentes federales de inmigración, lo que la pone en la mira.

“El nuestro era un ministerio de presencia”, sostuvo Persch. Las hermanas y sus compañeros voluntarios rezaban con los detenidos en lugares como la cárcel del condado de McHenry, en Illinois, e incluso viajaban a Wisconsin para hacer el mismo trabajo. A menudo depositaban 10 dólares en cuentas del economato y referían información a las familias que estaban afuera.

Su trabajo también ha inspirado a organizaciones como Viator House of Hospitality, un hogar para hombres jóvenes de entre 18 y 25 años quienes huyeron solos de sus países de origen debido a la violencia.

“Les brindamos oportunidades de educación, atención médica y tratamiento de salud mental. Nos aseguramos de que cada chico tenga un abogado”, informó Corey Brost, sacerdote y director ejecutivo de Viator House.

Poco después se fundó Bethany House of Hospitality, que ofrece servicios similares para mujeres jóvenes.

“Las hermanas Pat y JoAnn son como las abuelas de Viator House”, dijo Brost, quien ayudó a cofundar la organización sin fines de lucro con el hermano Michael Gosch, en 2017. Gosch había trabajado anteriormente con las hermanas en Su Casa Catholic Worker (Su Casa Trabajador Católico), donde ayudaron a sobrevivientes de tortura de Centroamérica.

“Su espíritu llena este programa y todo lo que hacemos”, agregó Brost.

Mientras miran hacia el futuro, las hermanas aún son guiadas por las Escrituras, como Mateo 25:35, que incluye la frase: “fui forastero y me recibisteis”.

Están motivadas por la postura del papa Francisco y recuerdan su mensaje de que el inmigrante “es tu hermano. No puedes pasar de largo. Tienes que responder”.

Y están inspiradas por los jóvenes.

En semanas recientes, hablaron con estudiantes de la Mount Carmel High School, una escuela secundaria católica solo para varones en Chicago.

Persch recordó que le preguntaron: “A su edad, ¿qué la motiva a seguir adelante?”. Y ella respondió: “Si no somos nosotros, ¿quién? Si no es ahora, ¿cuándo? Esta es nuestra familia. Así que, cuando una parte de la familia sufre, todos sufrimos”.

Las hermanas ya no supervisan algunas de las organizaciones que fundaron. Pero el trabajo continúa a través de mentores, voluntarios y personal capacitado.

En cuanto a la Catherine’s Caring Cause, no tienen dudas de que proseguirá cuando ellas ya no puedan.

“No me preocupa eso en absoluto”, afirmó Persch. “Me preocupa el futuro de la inmigración. Punto”.

La periodista de la AP Melissa Perez Winder contribuyó a este despacho.

La cobertura religiosa de The Associated Press recibe apoyo a través de la colaboración de la AP con The Conversation US, con financiamiento de Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de este contenido.

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