domingo, 23 marzo, 2025
InicioSociedadLos deseos ocultos de Hamas y de Netanyahu

Los deseos ocultos de Hamas y de Netanyahu

La realidad puede ser lo opuesto a lo que se proclama. Hamas se presenta como defensor del pueblo palestino, pero su estrategia pasa por sacrificarlo cruelmente bajo las impiadosas bombas israelíes, porque su objetivo es demonizar al Estado judío ante la opinión pública mundial como una maquinaria de exterminio. Y el Gobierno de Israel proclama estar luchando por la liberación de los rehenes, pero los hechos revelan lo contrario.

En una oscura mezcla de retórica y aritmética, ambos parecen regular la liberación de cautivos en dosis, porque tanto Hamas como el Gobierno ultraconservador que encabeza Benjamin Netanyahu necesitan que no se agote el stock de israelíes vivos en los túneles de la Franja de Gaza. Por razones diferentes, cuando ya no queden rehenes en manos de los yihadistas, tanto Hamas como el primer ministro israelí entrarán en una cuenta regresiva.

Aunque parezca imposible, los ataques de Israel sobre Gaza podrían ser mucho más demoledores que lo que han sido hasta ahora. Si no hubo una orden de bombardeos de saturación que provoquen la devastación absoluta, no es porque Netanyahu se preocupe por las víctimas civiles, sino porque la demolición de los túneles y de todos los puntos donde hay yihadistas podría significar el aniquilamiento de la totalidad de los rehenes.

Tanto la organización ultraislamista, que creó el jeque Hamed Yassin en 1987 y lanzó el pogromo sanguinario del 7 de octubre de 2023, como el turbio líder del Likud, que encabeza un gobierno fundamentalista en Jerusalén, necesitan que la guerra continúe. Y para que el conflicto se prolongue, necesitan que haya rehenes en los túneles de Gaza, porque cuando ya no queden israelíes en poder de Hamas, no habrá escudos humanos que eviten la escalada final que el primer ministro israelí se verá obligado a ordenar.

Si Hamas se queda sin rehenes, Netanyahu se queda sin justificación para no lanzar la ofensiva que podría destruir al aparato terrorista que provocó el conflicto. El Ejército israelí no tendrá la principal de las ataduras y el Gobierno estaría obligado a ordenar el ataque que destruya la totalidad de los túneles, acabe con Hamas y ponga fin al conflicto.

Eso explicaría la razón por la cual Hamas pasó semanas rechazando propuestas para retomar el canje de israelíes cautivos por prisioneros palestinos. Otra razón posible son sus dificultades para establecer contacto entre las distintas células que quedaron dispersas y debilitadas, encontrar rehenes vivos y organizar la logística de los traslados hasta el punto de entrega. Pero está claro que necesita preservar esos escudos humanos.

Aunque jamás lo reconocería, Netanyahu actúa de manera funcional a la prolongación del statu quo que incluye israelíes apresados en Gaza. Aunque tenga como coartada la demora injustificada de Hamas, es probable que la razón por la que ordenó el masivo bombardeo que causó casi medio millar de muertes civiles sea prolongar la guerra. De hecho, el ataque paralizó las tratativas y puso la liberación de rehenes al borde del colapso.

Lo que justifica la guerra

Netanyahu no sabe cómo mantenerse lejos de los estrados judiciales, donde, cuando ya no haya una guerra que lo justifique en el cargo, lo juzgarán por corrupción y por lo ocurrido aquel 7 de octubre. La demora de Hamas le dio la oportunidad de lanzar el demoledor bombardeo que dejó en estado de coma la tregua. De paso, distrajo la atención de su sospechosa embestida contra el jefe del Shin Bet, Ronen Bar.

Se trata de una jugada oscura, porque los gobernantes no pueden remover de sus cargos, sin razones contundentes, a los jefes de inteligencia, debido a que entre sus funciones tienen la de vigilar al poder. De hecho, nunca en la historia israelí fue removido un jefe del Shin Bet.

Ronen Bar dirigía esa organización desde el gobierno centrista que encabezaba Yair Lapid. No se había atrincherado en justificaciones por el pogromo sanguinario del 2023. Al contrario, ordenó investigaciones que sacaron a la luz las fallas propias y las del Shin Bet que posibilitaron la invasión que dejó 1.200 israelíes muertos y centenares secuestrados convertidos en rehenes del grupo terrorista.

Pero esas investigaciones también justifican sospechas sobre Netanyahu. Como poco, imponen preguntar por qué desoyó las recomendaciones de pasar de una pasiva actitud defensiva frente a Hamas a los ataques quirúrgicos que aniquilen a los líderes, empezando por el jefe máximo, Yahya Sinwar, ideólogo y responsable del criminal ataque a los kibutzim y moshavin del sur de Israel.

El jefe de Shin Bet que Netanyahu quiere destituir, generando otro tembladeral político en Israel, tiene también en sus manos la investigación de los millonarios sobornos pagados por Qatar a dos asesores del primer ministro.

Demasiada oscuridad para descartar intenciones ocultas en el abrumador bombardeo que demolió la tregua.

* Periodista y politólogo

Más noticias
Noticias Relacionadas