Los Omeyas, la primera dinastía musulmana que se asentó en la Península Ibérica, pusieron las bases de Al-Andalus y gobernaron su amplio territorio haciendo florecer tanto urbanística como culturalmente las ciudades que ocuparon. En ese tiempo, entre comienzos del siglo VIII y principios del siglo XI, la provincia de Córdoba jugó un papel fundamental. No solo la capital. Tres pueblos cordobeses tuvieron una gran relevancia para la dinastía y, por esta razón, forman parte de la Ruta de los Omeyas que propone la Junta de Andalucía para seguir la huella de su influencia por toda Andalucía.
Qurtubah se convirtió en capital del califato proclamado por Abderramán III en el siglo IX. Como tal, fue centro cultural, económico y político en el mundo islámico de la época. La ruta planteada comienza en el Estrecho de Gibraltar, recorre doce localidades de cinco provincias andaluzas y, en Córdoba, tiene parada obligatoria en tres pueblos y la ciudad.
Primera parada: en terreno conflictivo
Una de las primeras paradas fue territorio conflictivo. En tierras fronterizas, la primera localidad cordobesa en la Ruta de los Omeyas fue un enclave relevante en distintas fases de tensión y conflicto. Y no es, precisamente, porque resultara un lugar de fácil acceso sino todo lo contrario. Tampoco figura en demasía en las crónicas de la época. Por el contrario, ni cristianos ni musulmanes hacen demasiada mención a este pueblo.
Vista panorámica del primer pueblo cordobés de la ruta. / MANUEL MURILLO
Aun así, por la escasa información que ha llegado hasta nuestra época, puede afirmarse que fue un punto estratégico. Uno de los episodios recogidos por los cronistas árabes recoge el desplazamiento del emir Abdalá I al municipio para tratar de apresar a uno de los responsables de la insurrección muladí. El objetivo era el rebelde Ben Mastana, quien se hizo fuerte en el castillo, una fortaleza en plena Subbética. El sublevado planificaba y ejecutaba sus ataques contra el Gobierno cordobés desde el castillo, que se ha convertido en uno de los fortines legados por los musulmanes. El pueblo no es otro que Carcabuey.
Castillo de Carcabuey. / Córdoba
Segunda parada: en lo alto de la montaña
En el siglo IX, una tribu musulmana llegada de Oriente, los Banu-Himsi, establece en una zona montañosa de la Subbética de Córdoba su hogar. Llaman Sujayra al municipio que pasó a formar parte de la provincia de Elvira, en territorio de la actual Granada. Estos musulmanes no descubrieron aquel territorio, sino que se mezclaron con los nativos y expandieron su religión. En tiempos del emirato, los historiadores piensan que estuvo bajo dominio del caudillo rebelde Omar ibn Hafsún, quien conquistó varias coras durante su oposición a Abdalá I.
Imagen aérea de la segunda localidad cordobesa de la ruta. / Archivo / Córdoba
Más tarde, entre el 921 y el 922, el califa Abderramán III se hace con esas tierras, dominadas desde el imponente castillo que, hasta hoy, es una de las herencias patrimoniales más destacadas de la época en la provincia. Entre las murallas de la fortaleza, bajo la vigilancia de varias torres, había una treintena de casas y una mezquita. El lugar no solo era un importante enclave defensivo, sino que, además, formaba parte de una de las rutas más relevantes de la época entre Córdoba y el capital nazarí de Granada. La segunda parada de este viaje es Zuheros.
Castillo-Palacio de Zuheros. / Manuel Murillo
Tercera parada: base y capital de provincia
Aunque ya era importante para los romanos, durante la ocupación musulmana llegó a ser capital de provincia. Esta localidad desempeñó un papel clave en las guerrillas de los emires y, en el año 889, se convirtió en centro de operaciones del rebelde Ibn Mastana, que plantó cara a Abdalá I. Sin embargo, los primeros que llegaron hasta allí fueron soldados egipcios dirigidos por Abul-Jattar.
Panorámica de la tercera parada. / Córdoba
En época musulmana, el pueblo alcanzó su esplendor. Y el bien conservado patrimonio de este municipio habla de esa relevancia que alcanzó en aquellos tiempos en los que la dinastía de los Omeyas instauró su gobierno en la Península Ibérica. Ejemplo de ello es el recinto amurallado que protegía la ciudad, el castillo o el barrio de la Villa, una pequeña Judería que se asemeja a las existentes en Córdoba y Granada. El municipio, más conocido como la joya del Barroco, se trata de Priego de Córdoba.
Castillo de Priego. / Archivo / Córdoba
La ruta continúa
La ruta, si bien tiene cuatro paradas importantes en Córdoba, empieza en Cádiz y acaba en Granada. Algeciras, como puerta del Estrecho, es la primera localidad de viaje, que, antes de abandonar Cádiz, pasa por Medina Sidonia. En Sevilla, la capital, Carmona y Écija son los lugares clave para conocer el paso de los Omeyas. El recorrido llega a la capital de Córdoba, donde la Mezquita aljama y Medina Azahara son las principales joyas heredadas. Tras pasar por los tres pueblos de Córdoba, la ruta se adentra en Jaén. Concretamente, en Alcalá la Real, que conserva una impresionante fortaleza árabe. El camino sigue en Granada, recorriendo Almuñécar, puerta de entrada de Abderramán I, antes de llegar a la capital.