viernes, 24 enero, 2025
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La inteligencia artificial y la exclusión escolar

La exclusión escolar es uno de los problemas más complejos que enfrenta la educación moderna. La exclusión abarca la vieja denominación de “abandono” o “deserción”, ya que ambos términos ponían la responsabilidad en el estudiante cuando muchas veces esto no es así y el abandono es multicausal, con el Estado, los docentes y las familias jugando un papel crucial para la gestión de este desafío. En una reciente nota publicada en El Cronista, Mauro Solano y Esteban Torres proponen un enfoque que combina el uso de inteligencia artificial (IA) con políticas educativas para enfrentar este problema. Esta visión plantea la posibilidad de un Estado que no solo recoja datos, sino que los utilice de manera inteligente para intervenir tempranamente y prevenir que miles de estudiantes queden fuera del sistema.

La IA ya ha demostrado su capacidad para transformar la lucha contra la exclusión escolar en diversas partes del mundo. Por ejemplo, en Wisconsin, Estados Unidos, se implementó el sistema Dropout Early Warning System (DEWS), que emplea algoritmos para analizar datos de estudiantes y predecir cuáles están en riesgo de ser sujetos de la exclusión aludida.

Esa herramienta permite intervenciones proactivas que buscan retener a los alumnos ofreciéndoles un apoyo adaptado a sus necesidades específicas. Como ha destacado el banco de desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), el proyecto de Wisconsin es parte de una iniciativa más amplia sobre cómo utilizar la IA para mejorar la educación pública.

En América Latina, varios países –entre ellos la Argentina, Colombia, Chile, Costa Rica y Uruguay– han comenzado a implementar sistemas de monitoreo y de alerta temprana, algunos con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y otros con fondos propios, como se destaca en la información de la Red Latinoamericana de Organizaciones de la Sociedad Civil por la Educación (Reduca).

La experiencia mendocina en el uso de la inteligencia artificial demuestra que, incluso en contextos desafiantes, es posible adoptar la innovación tecnológica como una aliada clave contra la exclusión

Varias provincias en nuestro país están recurriendo a la IA para enfrentar este reto (entre otras, Salta, Entre Ríos y Buenos Aires). Un caso destacado es el de Mendoza, donde se está desarrollando un programa piloto que utiliza IA para detectar patrones del problema en las etapas iniciales del ciclo lectivo. Este proyecto no solo identifica a los estudiantes en riesgo, sino que también propone medidas personalizadas, como tutorías específicas, apoyo emocional y vinculación con los servicios sociales de la provincia. Dicha experiencia demuestra que, incluso en contextos desafiantes, es posible adoptar la innovación tecnológica con un enfoque humano y contextualizado.

La relevancia de estas experiencias está en línea con las sabias reflexiones de Susan Schneider, experta en IA para la NASA y autora del libro Inteligencia artificial, una exploración filosófica sobre el futuro de la mente y la conciencia.

Schneider señala que la inteligencia artificial no debe ser vista como un sustituto de las capacidades humanas, sino como una herramienta para expandirlas. En el ámbito educativo, esto significa utilizar la IA para potenciar el alcance y la eficacia de los sistemas estatales, escuelas y docentes, permitiéndoles identificar problemas antes de que se conviertan en crisis.

Sin embargo, como advierte Schneider, la implementación de estas tecnologías plantea dilemas éticos y filosóficos ya que la IA no puede ser una solución desconectada de los valores humanos. En este sentido, un Estado “inteligente” que use la IA debe garantizar que la tecnología sirva a los propósitos de inclusión, justicia y bienestar colectivo. En ese marco, el buen uso de los datos y la IA para reducir los índices de exclusión escolar es un acierto.

En conclusión, el camino hacia un sistema educativo más inclusivo pasa por la integración de herramientas tecnológicas avanzadas con políticas públicas sólidas y bien orientadas. Las experiencias de Wisconsin, Mendoza y otros contextos internacionales y provinciales demuestran que la inteligencia artificial, aplicada con responsabilidad, puede convertirse en una aliada clave en la lucha contra la exclusión. La educación del futuro no debería ser solo más tecnológica, sino también más humana, sabiendo usar la IA, adaptándola a las necesidades de quienes más la necesitan.

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