Un 31 de enero de 1965, Mercedes Sosa subió por primera vez al escenario de Cosquín gracias a un acto de rebeldía que tuvo como protagonista a Jorge Cafrune. «La Mecha» se presentó sola, armada únicamente con su bombo y su canto profundo y de su boca brotaron las estrofas de «Canción del derrumbe indio».
La plaza Próspero Molina estaba colmada y le regaló una ovación consagratoria.
Hace 60 años, comenzó la leyenda de la gran cantora de Latinoamérica, que renovaría su romance con las lunas coscoínas por varias generaciones y trascendería la barrera de la muerte.
La presentación que Cafrune le hizo, en su debut sobre el Atahualpa Yupanqui, es uno de los hitos más recordados y destacados que tiene el festival. «Yo me voy a atrever, porque es un atrevimiento lo que voy a hacer ahora -dijo en 1965- y voy a recibir un tirón de orejas de la comisión, pero qué le vamos a hacer, siempre he sido así, galopeador contra el viento. Les voy a ofrecer el canto de una mujer purísima, que no ha tenido oportunidad de darlo y que, como les digo, aunque se arme bronca, les voy a dejar con ustedes a una tucumana: Mercedes Sosa»; sostuvo Cafrune.
De esta manera, se le abrió la puerta a la corriente del Nuevo Cancionero, y «La Mecha» tuvo la oportunidad de su vida. El éxito y el reconocimiento comenzaron allí. Luego, por su convicción política, a finales de los setenta llegaron los años de exilio. Primero en Francia, luego en España, donde se instaló hasta su vuelta a la Argentina.
«La Negra» como fue popularmente conocida, llevó su legado al mundo y tras su regreso al país en la década de los ´80, terminó convirtiéndose en una referencia para las nuevas generaciones, compartiendo escenarios y grabando canciones con las figuras más importantes de la canción latinoamericana.